Miedo: estado afectivo del que ve ante sí un peligro o ve en algo una causa posible de padecimiento.
En la España del setecientos, no fueron pocos los momentos en que este sentimiento -de por sí tan humano-, se adueñó tanto de aquellos con la capacidad para transformar las cosas, como de quienes, a fin de cuentas, sufrían con mayor intensidad sus efectos.
Hay mucho temor en las motivaciones profundas que impulsan al género humano y, de sus efectos, derivan consecuencias, que a la larga, nos sirven a los historiadores para rescatar del olvido cuestiones tan apasionantes como la que nos ocupará en las siguientes líneas.
Sin embargo, el problema surge al comprobar como el miedo es capaz de inspirar medidas tan poco justificadas como las que de forma oficial se pusieron en marcha en la mañana del dos de abril de 1767, y que supusieron el extrañamiento de todos los miembros de la Compañía de Jesús sitos en los dominios de Carlos III.
A lo largo de los siguientes párrafos, pretendemos analizar cómo se configuró el fenómeno antijesuítico y sobre todo, cuáles fueron las principales acusaciones con las que los enemigos de la Compañía contaron para convencer al monarca de lo necesario de proceder a su extrañamiento.
Para ello, prestaremos especial atención al Dictamen Fiscal de Campomanes, a fin de cuentas, el documento que acabó por inclinar la balanza en favor de los antijesuitas, auspiciando lo que Fernán Núñez, instruido por los jesuitas a expensas del Rey, definió como "la providencia más bien combinada, más uniforme y más secreta de cuantas España vio jamás"
Un lápiz en la mano
Hace 6 años
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