Es tradición apuntar que en el siglo XVI se dieron los suficientes aspectos de crecimiento múltiple como para hablar de una etapa de esplendor y que, en la centuria siguiente, el proceso se torció en base a crisis básicamente estructurales.
De “depresión dramática”, califica Bartolomé Benassar la situación en que se sumerge lo hispánico a partir, sobre todo, de la década de 1640. Acertadamente, muchos autores han ido a buscar las causas de este declive, precisamente, en los años de mayor crecimiento hipotético, es decir, cuando la coyuntura económica americana y el poderío militar español hacían todo menos presagiar lo que acabaría aconteciendo.
Tanto es así que José Antonio Maravall no duda al afirmar que el XVI fue “por extensión, un siglo utópico” en el que cohabitaron dos concepciones de una misma realidad: la crítica exacerbada, junto a la exaltación constante del progreso evidente que atravesaba lo hispánico.
Pese a todo, ya a finales de siglo, la agonía de lo hispánico comienza a hacerse evidente por mor de unos fracasos militares cada vez menos excepcionales. Muchas conciencias adelantadas despertaron entonces, asumiendo que las cosas no marchaban bien y haciendo públicas las que, a su juicio, debían ser las nuevas prioridades de la Monarquía. España debía despertar del sueño hipnótico del XVI, hacer balance y -apuntaban- enmendar en la medida de lo posible los errores cometidos. Mucho se ha escrito en cuanto a las posibles causas del declinar. No pocos fueron los contemporáneos que ejercieron de “doctores” y describieron la sintomatología y los posibles tratamientos con que combatir la crisis...sin embargo,pocos fueron escuchados.
Entre los historiadores, la tendencia más actual es la de valorar la crisis en base a modelos multicausales y, sobre todo, hacerlo desde prismas poco estudiados, a saber: aspectos sociales, culturales y literarios. A nuestro juicio, estas visiones no vienen a restar valor a las meramente estructurales, sino que las complementan. No en vano, en el camino que llevó al declive de lo hispánico, también debieron influir este tipo de factores y más cuando, a nivel estructural, el desfallecimiento vino a coincidir con el apogeo de lo que Maravall definió como “un concepto que se extiende en principio, a todas las manifestaciones que integran la cultura misma...": el barroco. Sin ser novedad, si resulta cuanto menos curioso que el fin de lo hispánico como entidad supranacional coincidiera con el momento de mayor exaltación cultural vivido en España desde el medievo, un auge que penetró en múltiples ámbitos de la época a los que, finalmente, acabó marcando con un carácter plenamente definitorio.
Como apuntábamos, no existe un único factor causal que explique la crisis. Fueron muchos, e interrelacionados, los elementos que ayudaron a debilitar un, hasta entonces, férreo marco general. Es entonces cuando la conexión entre el contexto histórico y el proceso cultural que acabó generando se convirtió en evidente.
La realidad social del momento nos demuestra que la contrariedad configuraba lo hispánico. Sin embargo, no fue éste un fenómeno exclusivamente hispánico. A juicio de Maravall, la mejor evidencia es que el Barroco, como tendencia cultural, también eclosionó en el resto de Europa, demostrando que la tendencia “era de crisis general, compartida por todos los países que tenían algo que decir en el mosaico europeo”. El problema es que era España quien mantenía entonces la posición preeminente en dicho mosaico. La caída con mayores consecuencias no podía ser otra que la del Imperio español.
En su afán por encajarlo todo cronológicamente, la historia se ha encargado de fijar la derrota de los tercios en Rocroi (1645) contra los franceses, como la prueba definitiva que evidenciaba el devenir decadente que venía sufriendo la hasta entonces grandeza hispánica. Pese a ello, el camino hacia dicho devenir comenzó a recorrerse mucho tiempo atrás, justo cuando las nuevas circunstancias que generó la también novedosa forma de macroestado dejaron de ser tenidas en cuenta…Cuando se impuso la forma al fondo; el continente al contenido. Bien es cierto que España sufrió derrotas bélicas apabullantes en el terreno militar. También lo son las continuas fluctuaciones en el precio del dinero, las malas cosechas o el despilfarro perpetrado por la Corona. Sin embargo, no por ello es gratuito prestar -al menos- la misma atención a las circunstancias socio-culturales, es decir, a cómo la sociedad vivió los efectos de esta decadencia y a cuáles fueron las manifestaciones culturales que generó.
En el trasfondo de todas las manifestaciones barrocas del XVII, el declinar de España en el mundo estuvo muy presente. Como veremos a continuación, la novela picaresca no renunció a describir de un modo particular las consecuencias sociales de este contexto crítico para España y no lo hizo por una razón simple: éstas ya venían minando conciencias mucho antes de que los tercios españoles cayeran en Rocroi...
Un lápiz en la mano
Hace 6 años
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