lunes, 24 de noviembre de 2008

Opi (III)

Al regresar, el recelo de mis inferiores parecía ir en aumento. No os preocupeís -pensé- si Opi así lo quiere, pronto dejaréis de ver mi arrogante faz para toda la eternidad. El tiempo apremiaba, y ella, con su coraza metálica y su inteligencia artificial, fue programada para saberlo…
-El primer comando ha sido completado señor -me confirmaron-.
-Adelante pues, veamos que opina Opi de todo esto…
La señal visual pareció perderse durante unos segundos. Era algo lógico. Opi estaba empleando buena parte de su energía en reproducir y enviar una respuesta al comando completado. Cinco minutos después, pudo compartir su secreto con nosotros…La excitación ante la respuesta fue abrumadora. Abrazos varios y lágrimas contenidas. Aquel agreste lugar albergaba, en sus latitudes bajas, líquido elemento, algo que, pese a que teóricamente nos parecía a todos una absoluta obviedad tras tantos años de estudio desde la distancia, no dejó por un instante de emocionarnos.
El tercer comando, mientras tanto, se abría camino. Opi seguía operativa, a pleno rendimiento, algo que algunos incrédulos del Programa creían poco probable. En diez minutos, el camino a seguir dejaría de bifurcarse: Opi, el nuevo Mesías mecánico, lo haría posible.
Nunca aquel reloj digital agarró los segundos con tanta fuerza. Como un ladrón de guante blanco, parecía querer engañar a los presentes con tretas premeditadas. Consideraba eterno aquel instante. Transcurridos ocho minutos no pude aguantar más la presión. Abrí mi cartera y recurrí a mi pequeño tesoro: la moneda que ella me regaló en nuestra primera cita, la última foto frente al árbol en la penúltima navidad antes del desastre nuclear. La sonrisa de mis días, la tristeza de mis penurias. Yo sin ellos, ¿y ellos? En un lugar mejor eso seguro -pensé-. ¿Puede haber algún lugar peor que éste?…sin duda, la respuesta era no.
-Comando completado señor. Respuesta en un minuto.
-De acuerdo señores -grité con todas mis fuerzas-, buena a suerte a todos.

Recuerdo con nostalgia aquellos años. Las setenta personas elegidas para formar parte del programa “repoblación”, mantuvimos frecuentes conversaciones a propósito de lo que sentimos en el momento exacto en que Opi reveló la existencia de amplios glaciares con agua en la superficie de aquel planeta.
Teníamos la tecnología necesaria para proceder a su “invasión pacífica” y, obviedades al margen, no lo dudamos siquiera un instante.
Una vez allí, todo marchó sobre ruedas. Engendros mecánicos creados para la ocasión, nos ayudaron a desarrollar las diferentes tareas reconstructivas, tanto a nivel biológico como de reajuste de temperaturas, organización geológica interna y otros tantos menesteres.
Veinte años después la mayor parte del trabajo estaba ya realizado. Las condiciones en aquel planeta, antes inhóspito, volvían a ser operativas.
Sólo quedaba hacer valer el pacto que nos hizo iniciar el programa repoblación: renunciar a cometer el mismo error que nos llevó a la situación extrema de antaño.
El silencio y la dispersión se hicieron entonces necesarios. En parejas de diferente sexo, nos dispusimos a extendernos por aquellas vastas tierras. Todos los engendros mecánicos creados para la ocasión fueron destruidos y sus piezas enterradas bajo toneladas de tierra. Un pacto de silencio con respecto a las generaciones venideras hizo posible el resto. Nuestro nuevo hogar pensaría por y para nosotros, el regalo de su nuevo amanecer merecía la pena. Un nuevo mañana bajo su seno, la mejor de las batallas ganadas.
Era nuestra nueva patria; madre redentora de los pecados pasados.
Era Gaia…

Opi (II)

Los primeros movimientos fueron pausados y bruscos, lo que provocó una risa desaforada entre la mayoría de los presentes. Finalmente, la tensión volvió a presidir la velada. Opi parecía renquear, y se movía como auspiciada por una colosal embriaguez. Era importante que el dispositivo lograra activar el comando apropiado antes del primer minuto ya que, de otra forma, sería complejo reinstaurar las órdenes establecidas de antemano. Sin embargo, aquel minuto se nos hizo eterno. Y más cuando, justo cuando faltaban cuatro segundos para que éste llegara a su fin, Opi decidió emprender su rumbo hacia el “nuevo mundo”. La jauría estalló extasiada: lo logramos, claro que lo logramos…
Los dos comandos restantes asignados a Oportunity eran claros: por un lado, explorar la zona predeterminada como “área de disponibilidad probable”. Por el otro, confirmar la presencia del líquido elemento y calcular, con un margen de error posible del 34%, la cantidad estimada del mismo en dicha área, así como las probabilidades matemáticas de encontrar otro desnivel orográfico con semejantes propiedades en las proximidades de la misma.
Cuando salí a fumar mi tercer cigarrillo de la noche, Oportunity iniciaba el segundo de los comandos a ella asignados. El estrés me reconcomía por dentro. Mirando al cielo rojizo, una ráfaga de viento amarillento me trasladó a mi infancia. Harto felices éramos entonces -pensé-. Ni guerras, ni enfermedades, ni violencia, ¿qué nos hizo perder la dirección sobre nuestros propios actos? ¿La perdida de fe? Eso no era sino el recurso utilizado por los necios. ¿A caso no perdimos la mayor fe con la que contábamos antes de los primeros desbarajustes políticos y económicos? ¿A caso no fue sino la razón lo que se evaporó de nuestra esencia sin a penas resistencia? Malditas banalidades…
Entre pensamientos absurdos y disquisiciones poco acertadas, consumí el filtro de aquel apestoso cigarro negro. Mientras caminaba de nuevo hacia el interior, procedí a inhalar aire con el que depurar el tóxico reubicado en mis pulmones. Siquiera respirar era sencillo en estas condiciones. A penas pude absorber algo de vida en aquella hazaña, sin embargo, tan rutinaria. La contaminación había acabado con todo. Incluso, con la posibilidad de seguir retroalimentando su extraña fuerza devastadora. Oportunity era nuestra única esperanza…

Opi (I)

El éxito de la misión parecía garantizado. Tantos años de investigación comenzaban a dar sus frutos. La sonda “Oportunity” iniciaba el programa de desmembramiento, la cena estaba servida, caballeros.
En a penas cuatro minutos, el sistema operativo de la OPTNY, comenzaría a calibrar los primeros patrones de espera. Doce segundos después, el milagro de caminar por aquel inhóspito territorio se haría posible, no hay lucha improbable, pensé.
La última esperanza para nuestra civilización era hallar agua en aquel planeta. Líquido elemento, protagonista en nuestro último conflicto bélico a escala mundial. Curiosa ironía del destino: acabó con la fe y con el agnosticismo. Cerró puertas y ventanas. Creo monstruos y deshidrató conciencias. Incauto elemento perdido.
Pero ahora estábamos de nuevo en el camino correcto. Habíamos aprendido la lección de la historia. Oportunity daría luz a un nuevo amanecer para nuestra raza, nos devolvería la fe, así como el derecho a no creer en entes superiores, aniquilaría a los monstruos creados y, por qué no, rehidrataría nuestras atormentadas almas. Era la oportunidad que tanto anhelábamos. Era el futuro en un presente cargado de esperanzas.
El reloj digital de la sala hizo cuatro veces el mismo viaje de retorno. Los cuatro minutos han pasado -inquirí presto y excitado-, iniciando fase II.
De repente “Opi”, apelativo cariñoso con el que los miembros del “Programa” bautizamos a nuestra sonda, empezó a consignar las rutinas esperadas al computador central: nivel de presión, temperatura, estado general de la unidad operativa, situación calorífica interna…todo parecía marchar según lo previsto.
Doce segundos después, quedaría demostrado. Fue entonces cuando Opi inició su andadura en la historia.

martes, 4 de noviembre de 2008

La langosta se vuelve a posar (de nuevo)


La langosta vuelve de sus vacaciones. Esta vez, y dejando de momento por incompletos los post anteriores, os presento una modesta historia con la que no tengo más pretensión que la de entretenerme escribiendola y hacer lo propio con aquellos lectores que se atrevan a proceder a su lectura....


Salud, fuerza y honor


P.D. Procuraremos postear con mayor asiduidad. El cuerpo así nos lo vuelve a pedir de nuevo.