El éxito de la misión parecía garantizado. Tantos años de investigación comenzaban a dar sus frutos. La sonda “Oportunity” iniciaba el programa de desmembramiento, la cena estaba servida, caballeros.
En a penas cuatro minutos, el sistema operativo de la OPTNY, comenzaría a calibrar los primeros patrones de espera. Doce segundos después, el milagro de caminar por aquel inhóspito territorio se haría posible, no hay lucha improbable, pensé.
La última esperanza para nuestra civilización era hallar agua en aquel planeta. Líquido elemento, protagonista en nuestro último conflicto bélico a escala mundial. Curiosa ironía del destino: acabó con la fe y con el agnosticismo. Cerró puertas y ventanas. Creo monstruos y deshidrató conciencias. Incauto elemento perdido.
Pero ahora estábamos de nuevo en el camino correcto. Habíamos aprendido la lección de la historia. Oportunity daría luz a un nuevo amanecer para nuestra raza, nos devolvería la fe, así como el derecho a no creer en entes superiores, aniquilaría a los monstruos creados y, por qué no, rehidrataría nuestras atormentadas almas. Era la oportunidad que tanto anhelábamos. Era el futuro en un presente cargado de esperanzas.
El reloj digital de la sala hizo cuatro veces el mismo viaje de retorno. Los cuatro minutos han pasado -inquirí presto y excitado-, iniciando fase II.
De repente “Opi”, apelativo cariñoso con el que los miembros del “Programa” bautizamos a nuestra sonda, empezó a consignar las rutinas esperadas al computador central: nivel de presión, temperatura, estado general de la unidad operativa, situación calorífica interna…todo parecía marchar según lo previsto.
Doce segundos después, quedaría demostrado. Fue entonces cuando Opi inició su andadura en la historia.
Un lápiz en la mano
Hace 6 años
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