No poco es lo escrito hasta la fecha en cuanto al origen, desarrollo y posterior declive de la literatura picaresca en España. Filólogos e historiadores de la literatura no han dudado a la hora de prestar atención a un género que, ya desde el siglo XIX, viene despertando interpretaciones y debates varios. Repasando la extensa bibliografía al respecto, uno no deja de sorprenderse ante debates, a priori tan banales, como los protagonizados por Alexander A. Parker, por un lado, y Bataillon o Nerlich -entre otros-, a propósito de la idoneidad, o no, de considerar el anónimo "Lazarillo de Tormes" como precursor o prototipo picaresco. Como Parker, nos inclinamos por la necesidad de quitar hierro al asunto, al no ir su trascendencia más allá de incluir la obra en un contexto histórico-cultural u otro y, en todo caso, al no restar ni un ápice del mérito literario que posee este tipo de relato tan característico de nuestro Siglo de Oro. En las siguientes líneas procuraremos alejarnos de las polémicas surgidas (qué otros se encarguen de resolverlas), para volcarnos en analizar la influencia que pudo tener el contexto histórico en la concepción del neonato picaresco. Para ello, prestaremos especial atención a la única novela que perpetró uno de los grandes genios de la literatura universal, Francisco de Quevedo y Villegas.
El hecho de haber elegido "El Buscón" como base para ejemplificar lo que vayamos comentando es única consecuencia del simple placer y la admiración que nos dispensó su lectura. De hecho, hacer lo propio con el "Guzmán de Alfarache" o, incluso, con "Estebanillo González", hubiera sido indiferente -aunque menos atractivo-, para desarrollar el propuesto que pasará a ocuparnos a continuación.
F. de Ayala calificó la obra de Quevedo como “la contemplación como espectáculo del mundo por dentro, la desvalorización definitiva e incondicional de la existencia”. En el Buscón todo es grotesco, deformando como base para negar la teoría que afirma que el hombre es bueno por naturaleza. Su lectura no deja indiferente. Además, a los historiadores nos permite acercarnos a las claves que propiciaron el declinar español del XVII.
El Buscón nos ahorra las dudas. Hubo algo más que crisis estructurales…hubo -sobre todo-, un trasfondo social debilitado que, la pluma de los avezados literatos del XVII -y de Quevedo en particular- se encargó de reflejar...
Un lápiz en la mano
Hace 6 años
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