miércoles, 25 de julio de 2007

¿Quién caricaturiza a quién?


Desde hace años, puntual a su cita de los miércoles, la revista de humor gráfico El jueves, viene ironizando con la actualidad semanal, despertando admiración y crítica a partes iguales. Esta labor, en mi opinión absolutamente loable, se ha visto empañada a raíz de la portada con la que dicha revista pretendía abrir su edición del pasado miércoles. El juez del Olmo, auspiciado por el siempre omnipresente Fiscal General del Estado, Cándido Conde- Pumpido, decidió secuestrar la revista arguyendo un presunto delito de injurias a la Corona. Conde-Pumpido, en posteriores intervenciones ante la prensa, no dudó en calificar la portada como una “innecesaria grosería” que no respeta la dignidad y el honor de los caricaturizados, a saber: los Príncipes de Asturias. La decisión -y no es sorprendente-, ha sonrojado a media Europa, ha aumentado, en casi un 300%, las visitas diarias a la web oficial de la revista -sobrecargada aún hoy ante la avalancha de usuarios- y, sobretodo, ha despertado la curiosidad de un país donde ya se sabe que el cotilleo es deporte nacional.
¿Quién caricaturiza a quien, El jueves a la Corona, o el juez Del Olmo al sistema judicial español?
Seguramente no estaré siendo el primero en incidir en la cuestión pero, sin duda, resulta relevante. Si las medidas judiciales no hubieran sido ejecutadas, la caricatura hubiera pasado desapercibida. Quien la hubiera visto, comprando el susodicho número, podría haber decidido, por si mismo/a, si esta era necesaria o no; mezquina o graciosa; soez o impertinente. Ahora todo ha cambiado. La acción judicial ha abierto la caja de Pandora y perpetrado un hecho sin precedentes en la historia democrática más actual y, sobre todo, ha puesto de relevancia lo coartados que, en realidad, son los límites que asegura la libertad democrática en España. Estando detrás de todo el fiel servidor del socialismo Conde Pumpido, uno no puede dejar de preguntarse si en realidad todo esto no responde a un nuevo intento por enterrar cuestiones más importantes bajo cortinas de humo. Uno no puede dejar de cuestionarse el funcionamiento del estado de derecho y, por supuesto, no puede dejar de alzar la voz y preguntarse: quién injuria a quien.
Lamentablemente serán el caricaturista y el director de la revista quienes paguen esta nueva desfachatez judicial. El asunto seguirá dando de que hablar. Hagan sus apuestas.

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