martes, 13 de mayo de 2008

Opositergoris...

Somnoliento, y casi sin aliento, me dirijo a “Conselleria”. Como siempre, y ya es un clásico, dejo todo para el último día. No pasa nada, no me preocupa, todo está claro. Llevo bajo el brazo toda la documentación que necesito. Sólo pagar, y me darán la bienvenida al maravilloso mundo del opositergoris; el único juego en que -si no tienes un buen enchufe-, te pasarás años y años jugando...
Todo marcha sobre ruedas. En la puerta, incluso, parece que salgan a recibirme... Toda una embajada de repartidores de publicidad, representando a otras tantas academias, parecen querer congeniar con el pobre Jorge, que bastante tiene con mantenerse en pie ante la tensión acumulada... Bueno, la última repartidora puede pasar la criba. ¡Ay omá qué rica!, como diría el gran Miki Nadal…!preciosa como Soseki!, que diría Dragó…
Pero, cuando logro quitarme de la cabeza a esa morena de ojos verdes (que por cierto, no se creía que yo cursaba en la Academia a la que representaba), ¡tachán!, el Nilo hecho muchedumbre. ¡Ups, qué agobio!...Esto va a ser eterno. Comienzo a hablar con la morena...estudia Biología, y también está preocupada. Esto de opositar no era lo que pensaba. La cola avanza y la morena continúa con su trabajo. Yo a mi rollo, somnoliento y casi sin aliento. El tiempo avanza casi con más lentitud que aquel amasijo de cuerpos demacrados por el estudio…
-¡Ya sólo quedan tres!
-!Dos!…
-Una!
-!Yo!…
-!Buenos Días!
-Hola, qué tal… (Deposito todo el papeleo sobre la mesa)
-(Silencio, silencio, tos, silencio…)
-¿Y el resto de papeles?
-(AYYYYYYYYYYYYYY)
-¿Qué papeles?
-La fotocopia del DNI y la declaración jurada…
-¿Jurada?, juro que desconocía la existencia de tal documento…
-Pues debe dejar de jurar en vano…
-(AYYYYYYYYYYYYY)
Comienzo a caminar, despierto y con aliento, dejando atrás aquella cola de espanto...mi primer hogar en el día de hoy. Me despido de la morena, aunque sin convicción...el opositergoris, -aquel juego en que si no tienes un buen enchufe te pasarás años jugando-, nos volvería a encontrar sólo un par de horas después y sin prácticamente nada de que hablar. No en vano, la rutina en las relaciones personales también puede dejarnos, somnolientos y sin aliento, esperando una oportunidad que, incluso la burocracia, se resiste a proporcinar.

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