jueves, 8 de noviembre de 2007

La langosta de cine. El sueño de Casandra.


Woody Allen, ese neurótico incomprendido. El otro día me topé en un foro con alguien que, con veinticinco años, aún no había visto ninguna película de este genial cineasta. Pecado mortal, le espeté. A mi respuesta siguieron otras tantas…el mundo se puso en su contra, podríamos decir. Acabó diciendo que, sin falta, esta semana se pondría manos a la obra. Y bien que hará la moza.
El sueño de Casandra, es el regalo del neoyorkino para este año. La película completa una trilogía que, en mi opinión, comenzó con “Delitos y faltas”, continuó con la impresionante “Match Point” y completa, por fin, de una manera sublime con este autentico peliculón.
He de admitir que, cuando leí la sinopsis, me asustaron ciertos aspectos. El primero, aunque pueda parecer freak, era el de la música. Por primera vez en mucho tiempo, Allen recurría a composiciones originales y, por tanto, no era él quien elegía los “tempos” musicales. Tras ver la película, he de decir que el cambio ha sido acertadísimo y que la elección de un compositor de tanto prestigio como Philip Glass (Las horas, Diario de un escandalo, el ilusionista) supone el primer chapeau para Allen.
La segunda incertidumbre nacía de la elección del elenco protagonista. Allen prescindía de su musa escarlata para dar entrada a actores que, a priori, pintaban más bien poco en un film del neoyorkino. Vale, de acuerdo, Ewan Mcgregor (Trainspotting, Moulin Rouge, La Guerra de las galaxias…) tiene capacidad interpretativa suficiente como para enfrentarse al reto pero, Collin Farell… todo eran dudas en cuanto a este actor irlandés, capaz de lo peor, como cuando interpretó -por decir algo- a Alejandro Magno, y de lo menos malo, como, por ejemplo, cuando se convirtió en José Luís López Vázquez (que actorazo, por cierto) y un terrorista le hizo la vida imposible encerrado en una cabina telefónica en “Última llamada”.
Resultado. Tras ver el film he de decir que, ante un guión del neoyorkino, los actores se crecen. Impresionante la interpretación de ambos pero, y sorprende, sobre todo de Farell que es quien, con su papel, sostiene el principal pilar dramático del film.
Lo he leído en algunos foros y me haré eco. Resulta vergonzoso que una película como “Supersalidos” sea éxito en taquilla y que una película de Woody Allen, no sólo no lo vaya a ser, si no que encima sea difícil de ver en cine. A penas tres salas de Alicante ofrecen la película, por ejemplo. Vergonzoso.
Breve resumen argumental. La película trata de dos hermanos que, tras adquirir un barco lo bautizan como “Casandra´s dream”... Impresionante, ¿No? Obviamente eso no es todo. Ante los problemas monetarios que, tanto uno como otro, van adquiriendo durante el film, provocados en ambos casos por las mentiras con las que adornan su existencia, hace entrada el tío de ambos, hombre de éxito, millonario…un espejo en el que toda la familia querría reflejarse. Sin embargo, las cosas no parecen irle tan bien como parece. Para llegar a la cima, tuvo que hacer algo más que buenas obras y ahora podría pagar dichas bajezas. Para evitarlo, recurrirá a sus sobrinos, ofreciéndoles una oferta irrechazable: ellos harían algo por él, él cambiaría sus vidas. Irrecusable, verdad.
El problema son las cláusulas del trato. Tranquilo, lector…no las desvelaré.
El film tiene un tema central: la ausencia/presencia de moral en la sociedad actual. Los dos hermanos representan dos formas arquetípicas de entender la moral. La primera, que Allen ya reflejó en Match Point, encarnada en este caso por Mcgregor, refleja la visión de aquellos que justifican sus actos por encima de todo, tomen uno u otro cariz. Mientras, la segunda, la que interpreta Farell, es la que hace de contrapeso a la otra opción, hasta el punto de parecer diluirla, aquella que se apoya en cuestiones como la fe, la moral, la ruptura de las reglas del juego, para juzgar los actos como carentes de lógica y, en consecuencia, expandir en nosotros el veneno del remordimiento, el mayor de los asesinos de la psiquis humana.
El sueño de Casandra es, ante todo, una lección cinematográfica. La dureza con la que Allen resuelve el film roza lo sublime. Estremece el metraje final. Nos recuerda que, a pesar de todo, no somos nadie. En cierta forma, es una película que duele, pero sutilmente. La presión social vuelve a hacer acto de presencia en un film de Woody, los riesgos que supone el aparentar ser quien ni siquiera se aspira a ser o lo difícil que para muchos es intentarlo. En definitiva, lo banal que puede llegar a resultar la existencia en cuanto nos lo proponemos. Absolutamente genial como refleja Allen este punto, como lo es, y así lo hemos pretendido demostrar, la última obra maestra de este genio del séptimo arte. Si la chica del foro opta por elegir al Sueño de Casandra como su primera “experiencia Allen”, no dudo de que salga plenamente reconfortada. ¿Y ustedes?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Empezar por Cassandra's dream es una buena idea para engancharte.
Eso sí, hay que volver a verla cuando conoces el "universo Allen" porque encontrar sus toques maestros en cada una de sus películas sean del género que sean para mi es una delicia.