jueves, 8 de noviembre de 2007

Reivindicando a Maquiavelo


Morir entre amigos o, al menos, pasar con ellos las últimas horas de tu vida. ¡Qué gran logro éste!
Nicolás Maquiavelo (1469-1527), Nicólo, como gustaba ser llamado, vio cumplida esta aspiración y, a pesar de lo que pudiéramos llegar a pensar, fue de las pocas que llegó a alcanzar en vida.
Cuentan que antes de morir, el 21 de julio de 1527, Maquiavelo reunió a sus amigos y les narró un sueño que había tenido la noche anterior y que quedó bautizado por los investigadores como “el sueño de Maquiavelo”. En el, Nicolás tenía que elegir, como tantas veces había hecho , un camino…el camino correcto, el que le inoculara el virus de la felicidad, eso que tanto echó en falta en vida.
Imaginemos la escena onírica que el florentino relata a sus “colegas”. En ella dijo haber visto a una multitud de hombres, mal vestidos, de aspecto peculiarmente andrajoso, que parecían torturados por un gran sufrimiento. Una pregunta le reconcomía: quiénes eran estos hombres, hacía dónde se dirigían…
Maquiavelo, curioso hasta en sueños, recibió una respuesta inmediata: “somos los Santos y Beatos, vamos camino del paraíso”. Curiosa respuesta, ¿verdad?
Al florentino no debieron convencerle ni el aspecto ni la respuesta ofrecida por aquellos seres, así que continuó deambulando por aquella “nada”. A penas unos segundos después, afirmaba, divisó a una nueva multitud que se acercaba. A ellos no tuvo que preguntarles quienes eran puesto que rápidamente logró reconocer a los grandes filósofos e historiadores de la antigüedad, entre ellos a Platón, Plutarco o Tácito. Curiosa marcha esta. Sin embargo, Maquiavelo dudaba que el rumbo seguido por este grupo fuera el mismo que acababan de tomar aquellos “andrajosos". No tardó, por tanto, en preguntarles hacia dónde se dirigían…La respuesta fue realmente inquietante:
“Nos dirigimos al infierno, somos los condenados”.
Más tarde, una vez compuesto el relato, Maquiavelo llegó a afirmar que, de darse el caso, prefería, con mucho, ir al infierno, es decir, convertirse en condenado, para conversar de política con aquellos grandes hombres de la antigüedad. Ello antes que ir al paraíso y rendirse al tedio de ir acompañado de semejante santa compaña.
Simplemente sublime.
Lástima que hombres así, pertenezcan a épocas pasadas. Aunque, bueno, visto de otra forma, quizá sea mejor de este modo.
Y usted, querido lector, qué es lo que elige: caminar con andrajosos y salvar su alma o conversar eternamente con aquellos a los que debemos buena parte de nuestra existencia terrena y gozar de sus enseñanzas…

La langosta de cine. El sueño de Casandra.


Woody Allen, ese neurótico incomprendido. El otro día me topé en un foro con alguien que, con veinticinco años, aún no había visto ninguna película de este genial cineasta. Pecado mortal, le espeté. A mi respuesta siguieron otras tantas…el mundo se puso en su contra, podríamos decir. Acabó diciendo que, sin falta, esta semana se pondría manos a la obra. Y bien que hará la moza.
El sueño de Casandra, es el regalo del neoyorkino para este año. La película completa una trilogía que, en mi opinión, comenzó con “Delitos y faltas”, continuó con la impresionante “Match Point” y completa, por fin, de una manera sublime con este autentico peliculón.
He de admitir que, cuando leí la sinopsis, me asustaron ciertos aspectos. El primero, aunque pueda parecer freak, era el de la música. Por primera vez en mucho tiempo, Allen recurría a composiciones originales y, por tanto, no era él quien elegía los “tempos” musicales. Tras ver la película, he de decir que el cambio ha sido acertadísimo y que la elección de un compositor de tanto prestigio como Philip Glass (Las horas, Diario de un escandalo, el ilusionista) supone el primer chapeau para Allen.
La segunda incertidumbre nacía de la elección del elenco protagonista. Allen prescindía de su musa escarlata para dar entrada a actores que, a priori, pintaban más bien poco en un film del neoyorkino. Vale, de acuerdo, Ewan Mcgregor (Trainspotting, Moulin Rouge, La Guerra de las galaxias…) tiene capacidad interpretativa suficiente como para enfrentarse al reto pero, Collin Farell… todo eran dudas en cuanto a este actor irlandés, capaz de lo peor, como cuando interpretó -por decir algo- a Alejandro Magno, y de lo menos malo, como, por ejemplo, cuando se convirtió en José Luís López Vázquez (que actorazo, por cierto) y un terrorista le hizo la vida imposible encerrado en una cabina telefónica en “Última llamada”.
Resultado. Tras ver el film he de decir que, ante un guión del neoyorkino, los actores se crecen. Impresionante la interpretación de ambos pero, y sorprende, sobre todo de Farell que es quien, con su papel, sostiene el principal pilar dramático del film.
Lo he leído en algunos foros y me haré eco. Resulta vergonzoso que una película como “Supersalidos” sea éxito en taquilla y que una película de Woody Allen, no sólo no lo vaya a ser, si no que encima sea difícil de ver en cine. A penas tres salas de Alicante ofrecen la película, por ejemplo. Vergonzoso.
Breve resumen argumental. La película trata de dos hermanos que, tras adquirir un barco lo bautizan como “Casandra´s dream”... Impresionante, ¿No? Obviamente eso no es todo. Ante los problemas monetarios que, tanto uno como otro, van adquiriendo durante el film, provocados en ambos casos por las mentiras con las que adornan su existencia, hace entrada el tío de ambos, hombre de éxito, millonario…un espejo en el que toda la familia querría reflejarse. Sin embargo, las cosas no parecen irle tan bien como parece. Para llegar a la cima, tuvo que hacer algo más que buenas obras y ahora podría pagar dichas bajezas. Para evitarlo, recurrirá a sus sobrinos, ofreciéndoles una oferta irrechazable: ellos harían algo por él, él cambiaría sus vidas. Irrecusable, verdad.
El problema son las cláusulas del trato. Tranquilo, lector…no las desvelaré.
El film tiene un tema central: la ausencia/presencia de moral en la sociedad actual. Los dos hermanos representan dos formas arquetípicas de entender la moral. La primera, que Allen ya reflejó en Match Point, encarnada en este caso por Mcgregor, refleja la visión de aquellos que justifican sus actos por encima de todo, tomen uno u otro cariz. Mientras, la segunda, la que interpreta Farell, es la que hace de contrapeso a la otra opción, hasta el punto de parecer diluirla, aquella que se apoya en cuestiones como la fe, la moral, la ruptura de las reglas del juego, para juzgar los actos como carentes de lógica y, en consecuencia, expandir en nosotros el veneno del remordimiento, el mayor de los asesinos de la psiquis humana.
El sueño de Casandra es, ante todo, una lección cinematográfica. La dureza con la que Allen resuelve el film roza lo sublime. Estremece el metraje final. Nos recuerda que, a pesar de todo, no somos nadie. En cierta forma, es una película que duele, pero sutilmente. La presión social vuelve a hacer acto de presencia en un film de Woody, los riesgos que supone el aparentar ser quien ni siquiera se aspira a ser o lo difícil que para muchos es intentarlo. En definitiva, lo banal que puede llegar a resultar la existencia en cuanto nos lo proponemos. Absolutamente genial como refleja Allen este punto, como lo es, y así lo hemos pretendido demostrar, la última obra maestra de este genio del séptimo arte. Si la chica del foro opta por elegir al Sueño de Casandra como su primera “experiencia Allen”, no dudo de que salga plenamente reconfortada. ¿Y ustedes?

lunes, 5 de noviembre de 2007

Hasta pronto, mi capitán


Fue entonces, en el momento cumbre de la batalla, cuando el capitán del navio se desplomó.
El resto de la tripulación, apenas tuvo unos instantes para llorar la pérdida, irreparable eso sí. No en vano, la batalla seguía, la vida seguía y luchar continuaba siendo necesario, siempre es necesario luchar para alcanzar los sueños.
Aquellos seres tan dispares tenían una cosa en común: todos admiraban al gran capitán, sin duda el mejor pintor de batallas que jamás proporcionó el mar. Su hoja de servicios era impecable, lo había sido siempre, pero lo que mejor le definía era su capacidad para trasmitir sabiduría, su impecable forma para actuar como rector de todos, su humanismo y su tremenda inteligencia. El navio había perdido a su capitán, pero la batalla -como decimos- tenía que seguir adelante.
Por suerte para todos, el capitán legó a sus colaboradores la capacidad para seguir guerreando como a él le hubiera gustado…él os quiere ver a todos luchando.
A buen seguro, desde aquel lugar donde todo lo ven aquellas almas buenas, nuestro capitán seguirá guerreando, partiendose el alma por cuidar de los suyos, por mantener viva la llama de la memoría, de la historia, de los misterios del mundo, del mar, de su mar…de nuestro mar.
Mi capitán, el capitán de toda la comunidad rosaventera, el abanderado de nuestras luchas se llamaba Juan Antonio Cebrían y murió el pasado veinte de octubre.
Le recordaremos siempre y su mito, el mito de la obra que nos ha legado a todos, nunca morirá.
Nos veremos, a buen seguro, al otro lado del río…
Mientras tanto, haz lo que siempre quisiste hacer. Entrevístalos a todos: a Napoleón, a Barba Azul y, por supuesto, no te olvides de él, de tú querido y admirado Alejandro Magno.
"Cada día mueren cientos de genios de forma anónima", afirmaste. En tu caso, nunca te podremos olvidar.
Fuerza y honor Juan Antonio…
Hasta pronto, capitán.