En estos días inciertos, en los que la Oposición a docente parece centrar mis días, a uno le vienen a la mente situaciones inciertas, contextos perecederos que cumplen la función de levantarle a uno el ánimo cuando más lo necesita. Hay una canción de Ismael Serrano que curiosamente se titula igual que el nuevo post con que pretendo inaugurar la temporada de primavera (sí, la de invierno ha sido más bien corta). Testamento vital es un tema que resume a la perfección lo que muchos como él y como yo sentimos a propósito de aquellos que buscan, desean y sólo la Ley les impide acceder a una muerte digna.
“Me despedirás y arderé en una estrella”. Tan simple como eso. Miren yo no soy teólogo y lejos de pretender ser pedante ante un tema tan manido como el que proceso en estas líneas, no expondré mis teorías acerca de la brevedad de los días. Sin embargo, existen momentos puntuales en la vida en que conviene reflexionar sobre el día en que el coyote llame a nuestra puerta y nos diga: “acompáñame, amigo”. El cine, por ejemplo, se ha encargado en los últimos años de hacer valer su potencial para lanzar mensajes al aire a propósito de la necesidad de que hombres y mujeres puedan morir dignamente si es ese su deseo y si, sobre todo, el dolor físico y mental es tan insoportable como incurable. Películas como la imposible pero inapelable “Mar adentro” o la obra maestra de Clint Eastwood “Millon dólar baby” lograron poner de manifiesto la necesidad de erradicar clichés que impidan cuanto menos debatir sobre una cuestión tan, digamos, peliaguda. Sin embargo, es la realidad la que mejor nos suele aleccionar.
El caso de Chantal Sébire es el último ejemplo y el que, a nivel personal, más me ha impactado (a buen seguro porque me coge en edad más adulta que el de Ramón Sanpedro). Chantal, aquejada de un tumor facial incurable y terriblemente doloroso (una enfermedad de esas conocidas como “raras” ya que, al parecer, sólo la padecen unas doscientas personas en el planeta), había apelado a la humanidad de los jueces galos para que acabasen con su vida o, mejor dicho, permitiesen a los médicos practicar uno de esos llamados “suicidios asistidos”. La corte francesa, sin embargo, rechazó la demanda aunque, eso sí, recordó a Chantal que siempre podía exponerse a uno de esos “comas inducidos” que tantas conciencias parecen limpiar. La respuesta de Chantal la hemos conocido días después cuando, a juicio de la autopsia, su repentina muerte no vino provocada por el dolor, el tremendo y acuciante dolor provocado por su prolongada enfermedad. Sí, señoras y señores, Chantal al igual que Sanpedro, decidieron por si mismos, ante situaciones que a buen seguro no deseaban, pero que estaban ahí. La hipótesis de una muerte asistida para Chantal es evidentemente cierta pero, ¿a caso importa?... ¿A quién debe importarle?, ¿A la justicia?, ¿A la moral?...”mi no entender” como diría mi gran amiga la "ignorancia".
En fin Chantal, donde quiera que estés, gracias por convertirte en lo que hoy eres, un nuevo ejemplo de valentía que se impone inapelable ante el devenir de los tiempos.
Y, como dice Ismael “toca celebrar, la hazaña de estar vivos”, cada día, cada hora, cada minuto, ahora.
“Me despedirás y arderé en una estrella”. Tan simple como eso. Miren yo no soy teólogo y lejos de pretender ser pedante ante un tema tan manido como el que proceso en estas líneas, no expondré mis teorías acerca de la brevedad de los días. Sin embargo, existen momentos puntuales en la vida en que conviene reflexionar sobre el día en que el coyote llame a nuestra puerta y nos diga: “acompáñame, amigo”. El cine, por ejemplo, se ha encargado en los últimos años de hacer valer su potencial para lanzar mensajes al aire a propósito de la necesidad de que hombres y mujeres puedan morir dignamente si es ese su deseo y si, sobre todo, el dolor físico y mental es tan insoportable como incurable. Películas como la imposible pero inapelable “Mar adentro” o la obra maestra de Clint Eastwood “Millon dólar baby” lograron poner de manifiesto la necesidad de erradicar clichés que impidan cuanto menos debatir sobre una cuestión tan, digamos, peliaguda. Sin embargo, es la realidad la que mejor nos suele aleccionar.
El caso de Chantal Sébire es el último ejemplo y el que, a nivel personal, más me ha impactado (a buen seguro porque me coge en edad más adulta que el de Ramón Sanpedro). Chantal, aquejada de un tumor facial incurable y terriblemente doloroso (una enfermedad de esas conocidas como “raras” ya que, al parecer, sólo la padecen unas doscientas personas en el planeta), había apelado a la humanidad de los jueces galos para que acabasen con su vida o, mejor dicho, permitiesen a los médicos practicar uno de esos llamados “suicidios asistidos”. La corte francesa, sin embargo, rechazó la demanda aunque, eso sí, recordó a Chantal que siempre podía exponerse a uno de esos “comas inducidos” que tantas conciencias parecen limpiar. La respuesta de Chantal la hemos conocido días después cuando, a juicio de la autopsia, su repentina muerte no vino provocada por el dolor, el tremendo y acuciante dolor provocado por su prolongada enfermedad. Sí, señoras y señores, Chantal al igual que Sanpedro, decidieron por si mismos, ante situaciones que a buen seguro no deseaban, pero que estaban ahí. La hipótesis de una muerte asistida para Chantal es evidentemente cierta pero, ¿a caso importa?... ¿A quién debe importarle?, ¿A la justicia?, ¿A la moral?...”mi no entender” como diría mi gran amiga la "ignorancia".
En fin Chantal, donde quiera que estés, gracias por convertirte en lo que hoy eres, un nuevo ejemplo de valentía que se impone inapelable ante el devenir de los tiempos.
Y, como dice Ismael “toca celebrar, la hazaña de estar vivos”, cada día, cada hora, cada minuto, ahora.
1 comentario:
Vale, ya era hora que escribieses de nuevo chavalote, joder lo tuyo si que han sido vacaciones y no lo de la familia real.
Lo que mas me acojona es que vuelvas con tema tan personal y tan de "moda" (aunque este tema nunca se fue, es de esos que siempre esta en el tapete, lleno de polvo y abandonado, pero en el tapete), y es que no existe tema mas controvertido que la eutanasia en el momento en que nos toca.
Pero lo mas brutal es tu puta mania de meter ese cantautor mediocre de mierda siempre por medio (que puta mania que tienes), pero bueno, eso no es lo que nos toca (sobre gustos musicales ya hemos discutido y discutiremos).
Volviendo al tema solo decir que si la vida es un derecho la muerte tambien debe de serlo, no estamos hablando de personas deprimidas, ni de personas cone enfermedades o trastornos organicos o mentales que pueden ser solucionables o que al menos se pueda convivir con ello, hablamos de personas desesperadas por el dolor y la impotencia, de tal forma que solo la muerte les puede librar, y ni siquiera medicos, enfermeros, psiquiatras, psicologos, fisioterapeutas ni la biblia en pasta les puede ayudar, y solo tiene el dolor y la desesperacion de que solo les espera una muerte lenta y dolorosa. Viendolo asi, que hay de malo en la muerte inmediata indolora y por supuesto digna.
Detras de estos casos existen historias humanas que ni siquiera as peliculas que has mencionado sean capaces de acercarse fielmente al dolor real de esas personas.
Por eso personalmente abogo no la eutanasia como un metodo legal y voluntario de que la persona recupere su dignidad y el control sobre su vida (o mejor dicho sobre su muerte) como un ultimo grito o accion de libertad personal.
Por ultimo decirte que no estoy del todo deacuerdo en elevar a Chantal Sébire como heroina, ya que una persona no se convierte en heroe por hacer lo que debe de hacer. Asi pues ella ejecuto su ultima voluntad como persona libre y con plena consciencia de sus actos. La valentia como dices querido amigo sobra en estos casos, no es valentia, es determinacion, es libertad o mejor aun: liberacion.
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